jueves, 6 de marzo de 2014

El último maldito

Ni una semana arrastra este blog su vida virtual cuando se nos pierde por la puerta de salida de la vida verdadera el último maldito, en realidad el único que teníamos últimamente. No debió de ser fulgor su andanza personal, pero brilló con intensidad de hoguera sola en la poesía.

Supongo que fue, como el hidalgo de La Mancha, "loco intermitente", pues aunque se alimentara de su imaginación torturada, su poesía es de una lucidez profética, y en ella confluyen los grandes desaforados del verbo: Rimbaud, Lautremont, Artaud..., los que nos hicieron ver que la oscuridad alucinada es también un aspecto de lo maravilloso.

Reconozco que prefiero el primer Panero, en particular el de Narciso en el acorde último de las flautas, pues sabido es que la subversión resulta efectiva solo una vez; el gesto rompedor, si repetido, se convierte en mueca. Aunque hay que reconocer que Leopoldo María supo manejarse con suficiencia hasta el final en ese terreno de la insumisión lírica.

Su obra se alimentó de una cultura extensa que no distinguía barreras entre lo sublime y el underground. En la gran mente universal Yeats y Shakespeare se alojan junto al capitán Marvel, Tarzán o la condesa Morfina. Quizá se sientan en la misma mesa y juegan al bacará con las cartas del tarot y al barajar se reparten el poema que escribiría Panero mientras escupen sobre la poesía.

Rescato aquí la reseña que sobre la Poesía Completa del autor hasta el año 2000 publiqué en Revista de Libros, 63 (marzo 2002).


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